La enigmática cueva de la Luna de Titulcia

En el pueblo madrileño de Titulcia, situado a unos 45 kilómetros de la capital, una cueva con túneles subterráneos por la que se accede a través de un restaurante ha sido el foco de muchos enigmas. Algunos no dudan en destacar la importancia energética que desprende la denominada como «Cueva de la Luna»; otros atribuyen estas fuerzas a su origen templario, que no situaban sus enclaves de culto en lugares al azar.

La cueva de la Luna fue descubierta en el año 1952 en donde está el restaurante que recibe el mismo nombre, cuando dos vecinos de Titulcia llamados Alfonso Rico (copropietario del restaurante junto a su hermano Armando Rico) y Ramos García, hallan un hueco en la pared en el que existen unas escaleras que conducen a un lugar increíble: una red de túneles subterráneos comunicados en forma de cuadrado cuyo punto principal es una sala circular con una destacada cúpula (actualmente muchas de las estancias han desaparecido debido a un derrumbe que se está subsanando). La sorpresa inundó a sus descubridores al toparse con una serie de galerías desconocidas para todo un pueblo.

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La noticia del descubrimiento de una enigmática cueva en Titulcia corrió como la pólvora, que decidieron contribuir a su restauración para saber más sobre esa extraña cavidad. Para darle algún uso productivo a las galerías, decidieron que estas fueran destinadas al cultivo del champiñón. Al no dar grandes resultados productivos, la cueva fue cayendo de forma progesiva en el abandono, hasta que una misteriosa familia alemana que tenía conocimiento sobre ella entró en escena.

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Según cuenta Armando Rico en el libro que escribió para dar a conocer la cueva titulado «Titulcia y la cueva de la Luna», este misterioso matrimonio alemán acudió en 1974 a contemplar la red de galerías con unas ideas claras de que aquellos túneles no eran unas simples oquedades…

Las cruces en el cielo y el cardenal Cisneros.

Armando Rico apunta que la razón de ser de esta cueva es el avistamiento en la zona de Titulcia que tuvo el 28 de enero de 1509 ni más ni menos que el cardenal Cisneros de unas extrañas cruces en el cielo cuando se dirigía a una campaña en Orán desde Alcalá de Henares.

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Se sabe que en aquella época toda suerte de fenómenos prodigiosos eran utilizados como señales divinas para aumentar la moral en una campaña militar o como pretexto para construir cualquier ermita. De hecho, tras esta aparición de las cruces luminosas en el cielo, el cardenal Cisneros mandó edificar en Titulcia una ermita dedicada a la Virgen de la Soledad. Por tanto, no se descarta que las galerías subterráneas pertenecieran a esta desaparecida ermita de la Virgen de la Soledad.

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Al tener lugar la campaña militar en Orán, plaza cuya religión era la musulmana ( el símbolo del mundo islámico es la Media Luna), se decidió llamar a la cavidad con el nombre de «cueva de la Luna».

Supuesta relación esotérica basada en cálculos de distancia.

Armando Rico en su libro va más allá, enunciando una teoría rebuscada para dar más sentido a la cueva de la Luna y que atiende a una supuesta equidistancia a través de una serie de cálculos complejos. El autor de «Titulcia y la cueva de la Luna» argumenta lo siguiente:

«La primera observación práctica realizada fue comprobar que la distancia que hay entre Alcalá de Henares, lugar de partida del cardenal Cisneros, y Toledo, su sede arzobispal, es de 88’7 km. Multiplicando esta distancia por el Doble Pi 3’1416 nos da la distancia a Orán, ciudad objeto de su conquista, de 555 km. Esta distancia es la existente entre Titulcia y Orán. Volviendo a multiplicarla por el número Pi resulta el radio de la Luna, que es de 1.743 km».

Armando Rico está convencido de que el emplazamiento de la cueva de la Luna, lugar donde se aparecieron las luces al cardenal Cisneros tienen que ver con el número Pi.

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Los investigadores no apoyan la teoría de Armando Rico, ya que la distancia entre Titulcia y Orán es mucho más grande de la que intenta demostrar el copropietario de la cueva de la Luna. Además, los cálculos son muy rebuscados y la teoría está cogida por alfileres...

¿Es la cueva de la Luna de origen templario?

En una de las galerías de la cueva de la Luna se puede distinguir en el techo una cruz patada, símbolo representativo de la Orden del Temple, más conocidos como los Caballeros Templarios.

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Esta marca que hace referencia a los Templarios daría un vuelco a las hipótesis sobre el origen de la cueva de la Luna. Además, el origen templario viene avalado por la cantidad de sensaciones extrañas que se perciben en ella, así como una alteración energética que algunos atestiguan haber sentido, sobre todo en la sala principal ( la de la cúpula).

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Para Armando Rico, la cueva de la Luna fue un punto de reunión templario para realizar todo tipo de cultos relacionados con el ocultismo, cuyos signos dejaban marcados en las paredes de la cavidad; signos que nada más serían interpretados por unos pocos iniciados que tendrían acceso a las galerías.

Esta hipótesis sobre el origen templario no tiene mucho sentido, ya que, si se hace caso a la construcción de la cueva de la Luna en tiempos del cardenal Cisneros, se hablaría del siglo XVI. Hay que recordar que la Orden del Temple fue disuelta en el siglo XIV, esto es, doscientos años antes.

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Aun así, la cueva cuenta con múltiples ornamentos de símbolos templarios realizados en últimos años con el objetivo de que sea un lugar de reclamo y engordar el halo mágico y enigmático que posee la cueva de Titulcia.

Extrañas sensaciones en la cueva de la Luna.

Si hay una característica que coloca a la cueva de la Luna en la geografía de la España Mágica es la enigmática alteración energética que muchas personas reconocen haber vivido en el subsuelo del restaurante donde están las galerías.

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Los cambios energéticos, según los testigos, son percibidos en mayor proporción en mujeres. Ellas son las encargadas de hacer una prueba con velas, en la que recorren a oscuras con la única iluminación de la vela todas las estancias de la cueva. Al finalizar el recorrido en la sala de la cúpula. Es en este momento cuando una serie de fenómenos se manifiestan, modificando sutilmente el comportamiento del cuerpo de la mujer que ha realizado el ritual de las velas.

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Las sensaciones que han vivido los testigos en la cueva de la Luna son positivas, en ningún momento negativas. En ella cuentan que han sentido cosas que otros lugares nunca han percibido. Hablan de trascendencia, de ir más allá, de comunicarse con aquello que no comprenden. En resumidas cuentas, la cueva de la Luna es para ellos un enclave marcado para ir a hacerse a sí mismos.